Parece un propósito obvio, pero en los hechos es complejo y se observa poco. La educación, en particular la educación formal, es un derecho de todos, pero la realidad niega esta premisa con mucha frecuencia. No pienso solo en los niños que quedan excluidos del sistema por diversas razones, sino también en quienes estando dentro de las aulas quedan marginados, rezagados, sin posibilidades de desarrollar realmente sus potenciales.
La organización Mexicanos Primero (organización controvertida pero que innegablemente ha puesto diversos aspectos de nuestra crisis educativa en la agenda nacional), ha venido trabajando recientemente sobre este asunto. Al respecto, les comparto este artículo publicado recientemente en El Financiero sobre el tema.
Para revisar con más detenimiento las condiciones de la exclusión en nuestro sistema educativo, puede consultarse el informe completo elaborado por Mexicanos Primeros sobre el estado de la cuestión.
Tanto el resumen del artículo como el informe completo, nos dan luz sobre diversos ámbitos en los que tenemos el deber de intervenir, cada uno desde nuestra posición en el sistema. La tarea requiere posiblemente reorientar la visión que tenemos como maestros para asegurar incluir a todos nuestros alumnos y propiciar condiciones que favorezcan el aprendizaje de todos. Como escuela también tenemos mucho por hacer, tanto en esa construcción de condiciones como en la formación de todos los que estamos en este rompecabezas: docentes, directivos, familias.
¿Qué acciones podemos implementar cada uno de nosotros para lograr una educación que sea realmente inclusiva? ¿Qué estamos dispuestos a hacer para lograrlo?
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