El fin de semana terminé de leer un libro que me hizo reflexionar sobre varias dimensiones de nuestro trabajo. Se llama Educar en el asombro. Creo que el título por sí mismo dice ya bastante. Se trata de una invitación para pensar en la importancia del asombro y el descubrimiento como detonadores de la motivación para el aprendizaje.
El libro da mucha tela de donde cortar, pero por ahora comparto con ustedes una reflexión sobre un tema que me ha dado muchas vueltas en la cabeza. Me refiero al papel de la tecnología en la educación y lo que yo llamaría la necedad de muchos actores sociales que insisten en impulsar como la panacea las mediaciones tecnológicas, reduciendo el contacto humano directo.
El tema, como anticipaba, da para mucho. Entiendo que habrá facetas y momentos para todo. La frase que quiero compartir como detonador para la reflexión, pone en contraste dos aspectos: la centralidad que han adquirido las pantallas en nuestras vidas y la importancia de la afectividad en el aprendizaje.
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