Un reto más allá de los números

"Sistema educativo falló a los jóvenes". El título de la nota, publicada en el diario Reforma hace unas semanas, me pareció tremendo. Duele, pero los números dicen que es cierto. Y si somos realistas, no solo los números. ¡Estamos rodeados de muestras del fracaso que ha sido el sistema educativo mexicano para la sociedad entera! Y sin afán de buscar culpables, algo de responsabilidad hemos de tener todos los que estamos en este asunto hace tiempo. ¿Qué estamos haciendo para cambiar las cosas?

La nota se publicó a raíz de los resultados de la prueba PLANEA en Media Superior (resultados dados a conocer de formas extrañas y que no me han permitido conocer cómo salieron nuestros 28 chicos de la primer generación de prepa; en eso sigo, por supuesto). Como esa nota, muchas otras y un sinfín de artículos periodísticos se han escrito al respecto. ¿Y qué hacemos o qué planeamos hacer los que estamos en las escuelas?

Evocando el lenguaje del ajedrez, el diario El Universal hablaba en esos días de un jaque en matemáticas y español. El resultado es terrible a nivel nacional y no es nada optimista en Guanajuato, especialmente en Matemáticas. El periódico Excélsior fue más cruel afirmando: salen de prepa y sólo saben sumar. De nuevo, duele, pero duele especialmente por ser cierto.

De inmediato sale más de uno a defender lo indefendible, pelear un punto y decir que eso pasa en las oficiales o que en el caso de uno eso no corresponde a la realidad. Cierto, los números son engañosos. Con los mismos datos se puede afirmar lo que publicó Animal Político: el peor desempeño está en prepas estatales, Conalep y Colegio de Bachilleres; pero se puede desprender también lo que señaló el diario La Jornada: los bachilleratos públicos, con mejor desempeño que los particulares.

Más allá de los números, reitero, tenemos evidencias suficientes de que la educación en México no está siendo suficiente todavía para sacarnos del retraso, para hacernos madurar como sociedad, para superar atavismos que nos han encadenado y sometido por mucho tiempo. Como país, seguimos educando sin la visión de transformar. Perdiendo el tiempo. ¿Qué podemos hacer nosotros, en nuestro pequeño territorio de autonomía, para que eso cambie? ¿Hasta dónde podemos comprometernos para no fallas como docentes, como escuela, ante la enorme responsabilidad que hemos asumidos con nuestros niños y jóvenes?

Todo empieza por tener la intención y amar lo que hacemos. Y creérnosla, por supuesto.


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