Recientemente leí un interesante libro de José Antonio Marina titulado Los secretos de la motivación, donde explora este fascinante tema dirigiéndose a padres de familia y docentes con el propósito de ayudarnos a motivar a nuestros hijos y alumnos. Es un libro inspirador y da mucha tela para cortar juntos, para reflexionar y actuar empezando por motivarnos a nosotros mismos.
Mientras busco un espacio para desarrollar con detenimiento algunas de las ideas que propone Marina, comparto una breve referencia que me dejó pensando seriamente. En la primera parte del texto, el autor hace referencia a una interesante investigación y afirma: “Simonson, en un estudio muy incómodo para los docentes, ha descubierto que más del 60 % de las personas geniales odiaron la escuela. Lo cual debe hacernos reflexionar.”
Me puse a buscar el estudio de Simonson pero no lo he localizado todavía. En el camino, encontré varios artículos que desarrollan el tema y que arrojan diversos datos al respecto. Están los ejemplos clásicos como Bill Gates o Albert Einstein (ellos y otros se ejemplifican en este artículo sobre malos estudiantes que terminaron siendo grandes genios); pero hay también estadísticas del mundo de los mortales comunes y corrientes, que analizan la correlación entre desempeño escolar en los diferentes niveles y desempeño profesional, mostrando que muchas veces quienes triunfan en la escuela no consiguen logros significativos en su trabajo.
Más allá de lo que signifique ser genio, las preguntas que surgen son muchas. ¿Por qué muchas personas que en la vida adulta resultan generadoras de grandes cosas, la pasaron tan mal en las escuelas? El asunto me parece serio. Apenas hace unas semanas conversaba yo en un recreo con pequeños de 1º, 2º y 3º de primaria y la mayoría veían la escuela como un mal necesario, una carga de la que con gusto huirían, pero que valoran en general por cuestiones afectivas. Una de mis conclusiones tras esas conversaciones era que no hemos logrado despertar el interés por la dedicación, el esfuerzo y el estudio: quizá no hemos sabido hacer la escuela algo valioso en sí mismo.
Les invito a leer los dos artículos y pensar juntos cómo podemos hacer que la escuela realmente sea un factor de éxito en todos nuestros alumnos, cómo podemos lograr que todos —los que están motivados, los inquietos, los desorientados, los nerds, los relajientos— encuentren en nosotros una plataforma para construir sus proyectos, para transformar el mundo, para no ser el día de mañana sombras grises que reproducen un mundo que a veces ni siquiera comprenden.
Si los genios muchas veces son tales sin el apoyo de la escuela, ¿qué sería de ellos si en la escuela encontraran un espacio que impulsara su genialidad?
Para los interesados en el libro de José Antonio Marina, el autor ofrece esta página web con contenidos complementarios sobre el tema. Haciendo clic en los diversos capítulos, aparecen textos, videos y otros materiales de refuerzo para ahondar en su propuesta.
Mientras busco un espacio para desarrollar con detenimiento algunas de las ideas que propone Marina, comparto una breve referencia que me dejó pensando seriamente. En la primera parte del texto, el autor hace referencia a una interesante investigación y afirma: “Simonson, en un estudio muy incómodo para los docentes, ha descubierto que más del 60 % de las personas geniales odiaron la escuela. Lo cual debe hacernos reflexionar.”
Me puse a buscar el estudio de Simonson pero no lo he localizado todavía. En el camino, encontré varios artículos que desarrollan el tema y que arrojan diversos datos al respecto. Están los ejemplos clásicos como Bill Gates o Albert Einstein (ellos y otros se ejemplifican en este artículo sobre malos estudiantes que terminaron siendo grandes genios); pero hay también estadísticas del mundo de los mortales comunes y corrientes, que analizan la correlación entre desempeño escolar en los diferentes niveles y desempeño profesional, mostrando que muchas veces quienes triunfan en la escuela no consiguen logros significativos en su trabajo.
Más allá de lo que signifique ser genio, las preguntas que surgen son muchas. ¿Por qué muchas personas que en la vida adulta resultan generadoras de grandes cosas, la pasaron tan mal en las escuelas? El asunto me parece serio. Apenas hace unas semanas conversaba yo en un recreo con pequeños de 1º, 2º y 3º de primaria y la mayoría veían la escuela como un mal necesario, una carga de la que con gusto huirían, pero que valoran en general por cuestiones afectivas. Una de mis conclusiones tras esas conversaciones era que no hemos logrado despertar el interés por la dedicación, el esfuerzo y el estudio: quizá no hemos sabido hacer la escuela algo valioso en sí mismo.
Les invito a leer los dos artículos y pensar juntos cómo podemos hacer que la escuela realmente sea un factor de éxito en todos nuestros alumnos, cómo podemos lograr que todos —los que están motivados, los inquietos, los desorientados, los nerds, los relajientos— encuentren en nosotros una plataforma para construir sus proyectos, para transformar el mundo, para no ser el día de mañana sombras grises que reproducen un mundo que a veces ni siquiera comprenden.
Si los genios muchas veces son tales sin el apoyo de la escuela, ¿qué sería de ellos si en la escuela encontraran un espacio que impulsara su genialidad?
Ernesto
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Para los interesados en el libro de José Antonio Marina, el autor ofrece esta página web con contenidos complementarios sobre el tema. Haciendo clic en los diversos capítulos, aparecen textos, videos y otros materiales de refuerzo para ahondar en su propuesta.
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